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Lectura para armar (aquel viejo blog...)

Se llega a un punto en el que parece valedero constituirse en arqueólogo del propio quehacer, buscando restos de lo creado o de lo que se intentó crear, juntando fragmentos de las utopías, de los mejores fracasos y de todo aquello que conserva algún signo vital. Probablemente esto permita renovar la tarea y seguir intentando.

Sobre los vientos

 

Lectura para armar fue mi primer blog, lo cree allá por el 2009 inaugurando una nueva vía y tratando de explicar (me) esta empecinada cuestión de escribir. Un día, la necesidad de sanar heridas de viaje iniciando otros caminos de búsqueda me hizo partir del mismo. Antes de hacerlo publiqué una despedida, como dice en ella, los erosivos vientos del olvido se fueron llevando todo lo allí escrito hasta dejarlo vacío. Por esas curiosas circunstancias del andar, un nuevo día, me crucé con otra palabra caminante: se desataron entonces los vientos del recuerdo y aquellos viejos textos deciden regresar a estas tierras para ir produciendo la maravilla del reencuentro. Para comenzar por el final, que no es otra cosa que una nueva forma de comienzo, publico ahora aquel texto de la partida (luego los vientos irán trayendo aquellas otras publicaciones):

 

"PARTIDA

 

Al comenzar a escribir esta entrada vienen a mi mente estas palabras de Gibran Khalil Gibran en El Vagabundo : "Y cuando nos dejó, tres días después, no sentimos que hubiera partido un huésped, sino más bien que uno de nosotros seguía en el jardín y todavía no había entrado. "

Si tuviera que mencionar un rasgo que me caracterice podría decir que casi siempre he andado errante de una parte a otra, esto sin duda me ha marcado con la impronta del viajero y muy a menudo mis decisiones han tenido que ver con esto. Hoy no podría ser diferente, luego de un tiempo en el cual mi ser relato habitara en este sitio entiendo que ha llegado la hora de partir de aquí, es momento de marchar hacia nuevos lugares, andar por otras tierras buscando relatos: para continuar siéndolo. Así es que entonces dejarán de aparecer en este espacio entradas escritas por mi, esto en modo alguno significa que deje de escribir, serán otros los modos y los lugares donde lo haga ya que para mi escribir es vivir.

Antes de marcharme quiero decir que en mi caso particular ha tenido sentido el título de este blog ya que pasados tres años de su inicio siento que me he armado en muchos de los buenos sentidos de la palabra armar, sobre todo a partir de la posibilidad que me dio de interactuar con buenas personas a las que agradezco su generosidad y el hecho de que me hayan permitido, al leerme, ser huésped de su pensamiento, valoro enormemente el gesto de aquellos que se detuvieron un rato más y dejaron algún comentario y/o devolución de lo leído ¡esto es una paga muy vital para quien escribe! gracias a todos.

Durante un tiempo permanecerá aquí lo escrito pero inevitablemente los vientos del olvido se irán llevando las palabras alumbradas hasta que no quede ninguna, lo que sinceramente espero es que alguna de ellas haya llegado fértil al oír interior de quienes se detuvieron a leerme."

La publicación que siguió:

Esta imagen la elegí en el 2009 para presidir aquel blog.

 

Me empieza a resultar interesante esta pulsión que me surgió de caminar los primeros textos que alojé en este, mi primer blog. No soy de leer mis propios escritos, fundamentalmente para no caer en la tentación de borrarlos. Sin embargo, esto de dejar que los vientos del recuerdo vuelvan a poblar este lugar con sus pobladores originarios me lleva a hacerlo. Superada la crítica de los mismos me gusta esta idea de poner en espejo a aquel que fui frente al que soy hoy, para descubrir que inevitablemente soy otro, con sus pros y sus contras pero inevitablemente otro. Como dice el pensamiento de Paulo Freire: …”una mejor manera de conocer lo que estoy siendo para construir el mejor futuro…”. Comparto con ustedes este viaje retrospectivo y lo que fue aquella primera entrada, allá por el 2009.

 

 De cómo empezó esta cuestión…

 

Intentando explicar (me) esta idea, me da por pensar que a menudo uno suele hacerse complejas preguntas que den profundas respuestas a existenciales planteos hasta descubrir que, en realidad, todo es bastante más simple y que, por ejemplo, la idea de armar este blog en el cual poder volcar textos propios no es ni más ni menos que el resultado de la coincidencia de distintos aspectos de mi personalidad en un intento de comunicación, de transmitir pensamientos, de procurar realizar algún tipo de escritura creativa, de compartir opiniones y de dar forma a un proyecto que me mantenga activo: se me ocurre que tener proyectos alarga la vida y mejora su calidad. En suma, creo que lo que hay es un deseo de trascender un espacio, salirme de los límites (aquello de que el mapa no es el territorio), entrar a un mundo tan fantástico como el de la web para tratar de subvertir el orden editorial preestablecido, rebelándome de modo tal que el hecho de pretender difundir lo escrito fracase porque no tiene valor ni atractivo y no porque se pierde en los callejones sin salida que construye la organizada dictadura del imperio editorial. Por alguna razón que desconozco llega a mi mente el nombre de Espartaco, vaya a saber de qué intrincados caminos de mi inconsciente viene esa imagen: tal vez que de mi apellido. Sumado a la palabra rebeldía este debe tener algo que ver, bueno..., aquí me surgen más analogías que prefiero de momento no atender. En fin... por ahora me quedo con que este pensamiento me llevó a elegir la imagen del gladiador como la foto de este blog.

Por cierto que este discurrir teórico aquí descripto tuvo un tiempo de maduración hasta concluir en empírica manifestación. La misma estuvo abonada y sostenida por un sinnúmero de recursos brindados por una gran cantidad de maestros de la empiria. Citando de ecléctico modo a algunos (seguramente voy a ser injusto omitiendo a muchos) puedo mencionar a: Gurdjieff, el Mulá Nasrudin, Fontanarrosa, Nietzsche, El Garrafa Sanchez, La cancha de Banfield, El Che, Hamlet Lima Quintana, Facundo Cabral, Cortázar, Bakunin, Serrat… y sobre todo mi gran amigo "El Cholo".

De esta aparentemente simple aunque algo (umm... ¿solo algo?) neurótica explicación parece desprenderse como empezó esta cuestión de crear un blog y cuál sería su propósito. Aquí apareció lo primero a decidir: ¿Que nombre ponerle? ¡Menuda pregunta!, cómo cuernos podría bautizarlo sin caer en pedantería, egocentrismo, vulgaridad o rebuscamiento y que, además, tuviese el sentido que querría yo que tuviera (imaginando que este blog tenga algún sentido). Finalmente, cuando ya desesperaba apareció: ¡Lectura Para Armar!

Ahora bien, suponiendo que yo mismo tenga claro el porqué de esa denominación: ¿cómo llegué a ella y que quiere decir? Bien... para tratar de explicarlo empecemos por el recurso más disponible, el diccionario de la Real Academia Española. Veamos a que conclusión se puede arribar. Comencemos por la primera palabra:

 

lectura.

(Del b. lat. lectūra).

1. f. Acción de leer.

2. f. Obra o cosa leída. Las malas lecturas pervierten el corazón y el gusto. << ¡Esperemos no sea este el caso!>>

3. f. Interpretación del sentido de un texto.

4. f. Variante de una o más palabras de un texto.

7. f. Cultura o conocimientos de una persona. U. m. en pl. <<No creo que esta acepción sea mi caso>>

9. f. desus. En las universidades, tratado o materia que un catedrático o maestro explica a sus discípulos. <<Con absoluta certeza no es esta mi pretensión>>

dar ~ a un escrito.

1.      loc. verb. Leerlo públicamente en voz alta. << ¡Aca está, esta es!>>

 

No hay ninguna duda que la web es hoy en día la forma más parecida a leer algo públicamente, ¡y vaya lo de en voz alta por el enorme alcance que tiene!, ninguna voz, por alta que sea, llega tan lejos y a tanta gente. Bien, llegamos al sentido de la primera parte del título.

 

Con la palabra Para no hubo mayores dificultades, la RAE lo resolvió con la primera acepción:

 

para.

(Del ant. pora).

1. prep. Denota el fin o término a que se encamina una acción.

 

Con la palabra Armar se complicó bastante la cosa, si bien de la RAE obtuve muchas acepciones, mi subjetividad se metió en un brete del que no conseguía salir ya que no sabía con cual quedarme. Finalmente se me ocurrió la idea de elegir algunas, dejando que el visitante de este blog decida cual le cabe:

 

armar.

(Del lat. armāre).

1. tr. Vestir o poner a alguien armas ofensivas o defensivas. U. t. c. prnl.

2. tr. Proveer de armas. U. t. c. prnl.

7. tr. Sentar, fundar algo sobre otra cosa.

10. tr. coloq. Disponer, fraguar, formar algo. Armar un baile, un lío. U. t. c. prnl. Armarse una tempestad

15. intr. Dicho de una cosa: Cuadrar o convenir a alguien, sentarle bien, acomodarse a su genio o dictamen.

17. prnl. Ponerse voluntaria y deliberadamente en disposición de ánimo eficaz para lograr algún fin o resistir alguna contrariedad. Armarse de valor, de paciencia

 

La suma de estos vocablos podría armar distintas interpretaciones al nombre de este blog. Algunos ejemplos podrían ser:


(Figurativamente) 
Leer públicamente en voz alta con el fin de concertar y juntar entre si las varias partes de un texto.
Leer públicamente en voz alta con el fin de disponer, formar algo. Armar un baile, un lío.
Leer públicamente en voz alta con el fin de proveer de armas.

 

Apreciado visitante, he llegado al final del intento de explicar cómo empezó esta cuestión. La idea es ir sumando a este blog, textos de mi autoría que tendrán la pretensión de ser leídos.

Una vez vayan leyendo los textos aparecerá la posibilidad, antes mencionada, de que ustedes elijan en que acepción encaja el título de este blog.

 

 

Continuará en "De como apareció esto de escribir..."

AÑOS ATRÁS…

 De cómo apareció esto de escribir

 

Días atrás, alguien muy querido me decía que uno de mis problemas es que soy demasiado teórico. Dicho esto así, se puede pensar que no debería pasar de un simple comentario sin mayores consecuencias, pero no... ¿Y por qué no? ...nada más ni nada menos porqué yo me he pasado la vida en la creencia de que soy absolutamente empírico. Para sostener esta teoría le enumeré, casi con enojo, un montón de ejemplos. Esto de escucharme sostener una teoría me hizo un poquito de ruido...

Como es lógico suponer, el comentario me produjo una fuerte confrontación interna, es como si me hubieran dicho que mi reacción refleja no es  zurda sino diestra, o algo peor: ¡Que no soy hincha de Banfield sino de Lanús! Dado que tengo la tendencia de atender seriamente las reflexiones que me hacen (máxime si vienen de alguien a quien quiero tanto) me puse a especular sobre cuál era mi verdadera condición. Aquí me paré en seco y me pregunté: ¿especular? epa. Recurramos a mi vieja amiga la RAE. Bueno... como se ve tengo una cierta inclinación a recurrir a ella. En realidad en esto que hago hay cierta estrategia. Como casi siempre el diccionario muestra varias acepciones de los términos, esto permite, a veces, elegir la que más conviene al discurso del momento: casi como hacer trampa en el solitario. En fin... mejor salgo de este lío teórico (¿teórico?) y veamos que cuernos dice sobre la acción de especular. Como era esperable hay más de una, pero esta vez no fue difícil, de todas ellas esta empezó a titilar con una fuerte luz de alarma, veamos que dice:

 

especular2.

(Del lat. speculāri).

2. tr. Meditar, reflexionar con hondura, teorizar. U. t. c. intr.

 

¡Caramba! esto me clavó la espina de la duda y me puse a analizar el desarrollo de mi vida y todas aquellas acciones laborales, personales, vocacionales y de cualquier otra índole que a lo largo de la misma fui llevando a cabo, creía yo que con el arrojo del empírico (en mi fantasía veo al empírico como un luchador empedernido y trotamundos y al teórico como un sujeto de biblioteca, tranquilo y sedentario). Encima, han sido tantos los caminos que anduve, que, pasado un rato, tenía un barullo tal en mi cabeza que me resultaba casi imposible distinguir entre teórico y empírico y me pregunté si mis desplazamientos sistemáticos obedecían a si me estaba yendo o si teóricamente estaba regresando a los lugares frecuentados.

A esta altura de mis reflexiones me pareció prudente hacer una pausa, acordar una tregua conmigo mismo conviniendo que, en definitiva, debía aceptar que el resultado de esta confrontación arrojaba un noble empate entre mis andanzas en el mundo de las ideas y las acciones realizadas en tierra firme. Una ecuánime resolución a la que seguramente no habría llegado en otros tiempos. Es momento de comentar que, con esmero y paciencia, he procurado ir habilitándome en el uso de herramientas y recursos propios para ayudarme en mi discurrir y a la vez resolver mis enigmas.

En este tramo de la lectura alguien puede (en el supuesto caso de que alguien estuviera dispuesto a perder su tiempo leyendo esto) preguntarse qué diablos tiene que ver toda esta disquisición errática con lo planteado en el título de esta entrada. Aquí puedo decirle que repare en el final del párrafo anterior, y en particular en la mención al uso de herramientas y recursos propios. ¡En efecto! la escritura es una de esas armas (por significados o significantes, o vaya uno a saber por qué otra cosa, se me vuelve a cruzar la figura de Espartaco). En verdad, cuando uno se concede a sí mismo el permiso de mirar seriamente en su interior descubre muchas cosas. Para ello me han servido de gran ayuda las largas charlas con mi amigo el Cholo que ha oficiado de cicerone. Notemos que si buscamos (para no perder la costumbre) la palabra cicerone en la RAE (a este punto, el bendito diccionario se va pareciendo al oráculo de Delfos) nos devuelve una sola acepción, a saber:

 

cicerone.

(Del it. Cicerone, Cicerón, por alus. a la facundia de estos guías).

1.    com. Persona que enseña y explica las curiosidades de una localidad, edificio, etc.

 

Si comparamos esta definición con la analogía que estableciera yo con la ayuda de mi amigo, podríamos pensar que no estoy del todo errado.

Pero bueno, dejando de dar rodeos y yendo al punto, vale decir que fue de repente y hace mucho que me apareció esto de escribir En realidad, cuando digo apareció, digo apareció. ¡Volvamos a la RAE para ver que dice. La verdad que se me complica elegir una, como en la entrada anterior las pongo a todas y queda a libre elección cual va mejor.

aparecer.

(Del lat. apparescĕre).

1. intr. Manifestarse, dejarse ver, por lo común, causando sorpresa, admiración u otro movimiento del ánimo. U. t. c. prnl.

2. intr. Dicho de una cosa que estaba perdida u oculta: Encontrarse, hallarse. U. menos c. prnl.

3. intr. Cobrar existencia o darse a conocer por primera vez. Han aparecido casos de tifus en la región. El libro no apareció hasta después de su muerte. Por suerte este no es mi caso

4. intr. Dicho de una persona: Hacer acto de presencia en un lugar, dejarse caer. Ya nunca apareces por aquí.

 

Bien, intentando concluir, lo que apareció fue la posibilidad de usar de otra manera un recurso que estaba instalado desde siempre. En realidad la pulsión de escribir estaba dentro de mí desde siempre y cada tanto daba señales. Reconozco que me lancé a la aventura de escribir con pocas armas armas, sin formación profesional o teórica alguna… y esto seguramente se nota.

Agradezco a todos aquellos que aceptaron el castigo de leer mis cuentos o mi novela y que, desafiando la razón, quizás lean mis próximos trabajos.

Continuará en: De como prosiguió el debate interno entre ¿teórico o empírico?...

MAS TARDE…

 

 

De como prosiguió el debate interno entre teórico o empírico…

 

No habiéndome dejado del todo conforme la tregua pactada sobre este asunto decidí volver a la carga con el tema...

En primer lugar me vino a la mente mi imagen empezando a recorrer caminos a la temprana edad de catorce años, recuerdo que mi mayor ambición en ese momento (no ha cambiado mucho en la actualidad) era la de conocer lugares, personas, situaciones, tener experiencias e incorporar un fuerte bagaje de otros que enriquezcan el mío. Dicho así, parece una aceptable descripción del perfil de alguien que no sustenta su hacer en la necesidad de incorporar una teoría, un conocimiento previo. A poco andar, no me quedó más remedio que aceptar los mandatos y comenzar a transitar algún que otro claustro universitario que luego abandonaría. Nunca me llevé demasiado bien con los mandatos.

Visto todo lo anteriormente descripto parecería que estamos frente al resultado de decisiones sustentadas en el empirismo, una casi rebelde declamación gestual de que no hay verdades absolutas, y que si las hubiera no estarían a nuestro alcance. Aunque esto no es irracional, se da de bruces con esa cuestión de las "verdades necesarias" y no hace sentir contradictoriamente innecesario o absurdo pretender su verificación. La mención de que esto no es irracional me trae rápidamente a la cabeza la palabra racionalismo (nótese que he abandonado de momento mi recurrencia a la RAE, me suena una acción un poquito teórica), aquí se me cruza lo ético, lo metafísico, lo religioso y lo ontológico ya sea que me lo cuenten Sócrates (al único perro que tuve lo bauticé Sócrates), Platón, Kant o Hegel. Hasta donde mis pobres conocimientos me dan, estos buenos señores coinciden en que la razón no es una facultad sino una concatenación de verdades necesarias. A mí, particularmente, me suena mejor pensar que toda verdad puede ser puesta a prueba, controlada e inclusive cambiada o desechada.

A esta altura del debate, esta discusión interior me puso frente a la irrefutable necesidad de atenuar tanto ruido con algún elemento externo y encontré en un buen vaso de malbec el catalizador ideal, ayuda a esto el silencio de la noche y las luces de la ciudad que se proyectan en el horizonte hacia el lado del río.

Continuando con mi intento de arribar a un veredicto sobre la pregunta del título, apareció en mi pensamiento el nombre de Newton. Tranquilo estimado lector, no es el vino el que habla, es uno de los vericuetos de mi pensamiento que me llevó hasta él. Si diésemos por aceptada la anécdota de la manzana, estaríamos frente a la circunstancia de que Newton llegó a la ley de la gravedad a través de la observación de un hecho concreto, el cual, analizado científicamente y verificado dio lugar a una verdad comprobada.

Contradiciéndome en algo dicho más arriba, aparecieron en mi vida Nietzsche y Heidegger y me hablaron de superar la verdad que se demuestra de modo científico, o la idea de la liquidación de la metafísica. Es imposible aquí no citar a Zaratustra y su característica de mostrar la verdad al transportarla, que sea ella misma en su ser original no como verdad científica. Umm..., me parece que me estoy metiendo en honduras y si sigo así voy a terminar demasiado confundido y alejado de la idea de llegar a una simple respuesta a mi duda de hombre simple.

Vale aclarar que todas estas elucubraciones podrán, sin ninguna duda y con justa razón, ser analizadas, contrarrestadas y aniquiladas por personas con conocimientos muy superiores a los míos, no obstante es bueno pensar que si me sirven para arribar a una conclusión sobre mi discurrir me resultan más que valederas, y que el hecho de volcarlas aquí no tienen otro objeto que el de verlas desde otra perspectiva y tratando de darle sentido a algunas de las interpretaciones que del título de este blog menciono en el primer relato.

No escapa a mi análisis que este último párrafo le da bastante razón a aquella persona cercana a mi afecto que me definía como teórico. En realidad encaja en uno de los aspectos a los que hacía referencia y que es la tendencia mía a justificar teóricamente mis actos o acciones.

Ahora bien, tratando de poner la mira en la pregunta de base, me vuelve la imagen de Newton; por la costumbre de establecer analogías tengo la impresión de que a lo largo de mi andar he visto caer muchas manzanas (algunas cuantas me dieron de lleno en la cabeza) y que a partir de ello he ido construyendo modelos que han servido para mi supervivencia.

En verdad siento, con relación a la pregunta, que me he ido moviendo entre experiencia (o empiria del griego) y teoría. Como referencia, un amigo me dijo que el alquimista busca la justa mezcla. Acepto que en muchos casos hice el camino de una experiencia práctica para llegar a incorporar un conocimiento superior de ella y que este conocimiento lo encontré en una definición teórica. Esto me llevó a perfeccionar la experiencia para poder luego transmitirla. Parece un camino en espiral.

Vale la pena decir que hoy me gano la vida trabajando en una empresa en la que, entre otras tareas, viajo dando capacitaciones de ventas y negociación. No soy un profesional de ninguna ciencia que habilite la docencia y quizás lo que me quepa sea la definición de idóneo. Lo cierto es que, en lo que hace a ventas y negociación, después de muchísimos años de actividad he tratado de munirme de algunas herramientas pedagógicas que me permitan transmitir teóricamente mis experiencias para ayudar a que otros lleven a cabo esas tareas.

Algo similar me ocurre con la escritura, después de mucho leer, y advertido de las bondades de dar rienda suelta a los recursos propios, me lancé a caminar por este fenomenal mundo de las letras.

Bien, al menos para mí caso, queda claro que no hay una respuesta que incline la balanza para uno u otro lado en la pregunta del título. En las próximas entradas, que iré matizando con algún que otro cuento y alguna poesía, seguramente transitaré el camino de disquisiciones de otra índole y/o naturaleza para compartir con el lector de este blog (si es que a esta altura queda algún lector que no haya huido despavorido en una actitud totalmente justificada.)

 

Continuará en: La calidad de vida y las expresiones creativas o como encontrarse con lo propio.

LUEGO…

La calidad de vida y las expresiones creativas o como encontrarse con lo propio.

 

Me asusta el título de esta entrada y me pregunto como voy a hacer para sostenerlo desde el texto. Igual lo intentaré.

Por alguna razón, lo primero que me sucede es remontarme a la infancia, a Banfield, a la cancha de mi club, a la calle Araoz, a mi casa con cañaveral, a los juegos infantiles en esa calle de tierra, a las plantas de mandarina, a los pozos, (que en esos tiempos tenían otro significado). Entonces aparecen los momentos en que la tía Pilar (la tieta) cuando empezaba yo a aprender a leer poblaba mi mundo infantil de relatos que hablaban de utópicos ideales, de heroicas aventuras, de héroes republicanos, de ríos y batallas sobre el suelo español y del precio del exilio. Pasaron años, muchos, hasta que tomé conciencia de que, con seguridad, ese fue el momento en que sentí el primer impulso de escribir. Dicho esto así parece la sencilla descripción de una conclusión fácil de arribar, pero la verdad es que no fue así: tuve que andar mucho para ello.

No debe haber especie que constitutivamente atente tanto contra si mismo como el ser humano. Por cierto, yo no me excluyo de esto y he pasado demasiado tiempo impidiendo que aflore la naturaleza: lo propio. Nuevamente las intrincadas cuestiones del pensamiento me llevan a Espartaco, como en otras ocasiones el lector se preguntará ¿que le pasa a este tipo? pero bueno, tranquilo, si bien no garantizo estar ajeno a la locura esto surge de esa costumbre mía de construir imágenes jugando con las palabras, sus significados y significantes. Aquí sin duda entra en juego mi apellido y la natural rebeldía que, refugiada en mi interior, podría configurarse como endógeno Espartaco. Seguramente en muchas ocasiones estuve yo cerca de cometer el error de derrotar esa rebeldía, por suerte, aunque a veces muy oculta, se las ingenió para sobrevivir entre los pliegues de mi personalidad, aguardando el momento de aparecer torciendo la historia. Y felizmente para mí, más temprano que tarde, logró su cometido y salió a la luz con fuerza y energía inusitada, convirtiéndose en palabra escrita, entonces ya no hubo más lucha interior y por imperio de esas circunstancias la visión fue clara, las cosas se pusieron en foco, el mapa se configuró, el camino comenzó a allanarse y la calidad de vida mejoró de la mano de la escritura.

A esta altura, auto analizando lo que estoy diciendo, reconozco el bienestar y paz interior que provee la libertad de expresar el pensamiento. Por esas inevitables cuestiones de la búsqueda de referencias me pregunto con que o quien me identifico, que reflexión, filosofía o simple letra de canción influyó sobre mi para ayudarme. Vienen a mi mente cualquier cantidad de nombres, como en alguna anterior entrada podría citar a muchos y aún seguiría siendo injusto omitiendo a otros. De todos modos, me insto a mi mismo a elegir uno y aunque me resisto sigo insistiendo hasta que,apelando a esa costumbre de analogizar elijo a uno, y el hacerlo viene inevitablemente atado a una canción: estoy hablando de Facundo Cabral y de su canción No soy de aquí ni soy de allá. Vale consignar que, muy a mi pesar, lo análogo no pasa por que tenga yo cualidades creativas similares a las de él sino por otros lugares, como el hecho de que sin ser ambos nativos de Tandil lo adoptamos como propio, que allí habitan seres muy queridos, que son muchas las veces que hemos ido y vuelto de esa ciudad,  por la coincidencia en la admiración de Krishnamurti y Jorge Cafrune, por compartir el gusto por el vino, las flores y las muchachas de Tandil, la historia de la voz de Dolores (en mi caso tiene otro nombre) y la tendencia a saltar paredes y abrir balcones.

Ahora bien, puedo decir que las contingencias particulares de mi vida que derivaron en éxito o fracaso las construí yo, en el caso de los éxitos con el invalorable acompañamiento de mi familia, y los fracasos como inevitable consecuencia de mi tozudez, que los caminos los recorrí por decisión propia y que, por escasos que sean, los recursos interiores para escribir me pertenecen. Lo que no puedo decir es que el camino para encontrar y liberar esos pocos recursos lo haya transitado solo: sería pecar de soberbio. Aquí irrumpe, como en anteriores relatos, la RAE, quien trae nuevamente una palabra: Cicerone. Es entonces de justicia que diga que en los caminos recorridos he tenido cerca a muchos de ellos: mis grandes amigo el Cholo y Daniel, por citar los más cercanos a mi afecto.

Indudablemente, la posibilidad de encontrarse con lo propio otorga una sensación de propiedad, una seguridad natural que proporciona libertad, esta abre las puertas a la posibilidad creativa (por suerte juzgar la calidad de lo creado no me compete) y todo junto compone una fórmula que mejora la calidad de vida, le confiere entidad y valor a la comunicación, estrecha los buenos vínculos y aísla en cuarentena a los no tan buenos. En fin, el paisaje se torna agradable, el viaje se hace placentero por el simple hecho de viajar, escribir se vuelve un renovado placer y Espejos de dolor acaba de nacer.

 

Continuará en: El inicio del camino o el abordaje de lo creativo...

CON POSTERIORIDAD…

 

El inicio del camino o el abordaje de lo creativo…

 

En las anteriores entradas he tratado de explicar cómo llegué a este punto y guardo la remota esperanza de haberlo conseguido. Debo reconocer la invalorable colaboración de la RAE y también los recursos brindados por tantos autores contemporáneos y pasados, a los primeros no los nombro no ocurra que, por una de esas remotas casualidades, se enteren que alguien los ha usado tan mal, a los segundos para evitar que se revuelvan incómodos en su última morada (umm... no se si esto es muy original).

Va también un agradecimiento especial a todos aquellos que me regalaron por un rato su paciencia y aceptaron leer mis manuscritos.

Yendo al punto, vale aclarar que quiero decir con esto que di en llamar el inicio del camino: quizás suene a haber abrazado algún rito pero no, no se trata de eso, me refiero a lanzarme de lleno a escribir (pensándolo bien, debería revisar si este acto o hecho de escribir no se inscribe de alguna manera en lo ritual).

No hay duda que el inicio de algo tiene, en principio, la emoción de los preparativos y luego, si la elección fue correcta, la posibilidad de disfrutar el camino. Dicho así resulta muy sencillo pero…. escribir los primeros cuentos fue muy trabajoso, y la novela ni les cuento. A esta altura me pregunto si valdrá la pena continuar con este esfuerzo de abordar lo creativo.

Soslayo esta duda y fiel a mi tozudez decido no cejar en el intento así que comienzo a transitar el camino de una nueva novela, a la vez que garabateo algunos cuentos. También me propongo seguir escribiendo en este blog. A lo mejor, tarde o temprano, tanto empeño merecería que escriba yo algo que valga la pena. Igualmente, aunque esto no ocurriese, habrá valido la pena el intento y llegaré al final de mis días habiendo ocupado el tiempo (además del que uso dando charlas para ganarme el sustento) en una causa que me habrá mantenido conectado a lo vital. Desde mi percepción, abordar el intento de crear historias es vivificante, y si además, como me está ocurriendo en los últimos tiempos, uno se va cruzando con personas valiosas con las que compartiendo la mirada se va logrando construir un vínculo o inclusive servirles de algo, mejor aún. Esto último se engancha, de algún modo, con la descripción acerca de la manera en que trato de transitar por estos tiempos el camino de las interrelaciones: dándole salida a mi sentir, ofreciendo mi ser interior, algo así como mostrar el corazón.

Con esta quinta entrada doy por finalizado el intento de explicar cómo llegué a esta cuestión de empezar a escribir,  las próximas irán discurriendo por los temas sobre los cuales vaya recibiendo algún estímulo y por la publicación de alguno de mis textos que hayan sobrevivido a mi crítica. 

EN UN MARZO MUY ESPECIAL…

 

¿Es posible alcanzar la utopía?

 

Frente al interrogante del título, lo primero que viene a mi mente es la pregunta de si este mundo en el que vivimos no es, en sí mismo, el resultado de la fracasada búsqueda de una utopía. Resuena en mi cabeza aquello de Nietzsche «Dios ha muerto», no es mi intención, ni tengo el saber suficiente que me permita meterme a explicar al filósofo: ya hacen esto muy bien los que saben. Pienso desde el lugar del hombre común que, con rudimentarios planteos, trata de dar respuesta a sus propias dudas o justificar sus certezas.

Podría yo ficcionar lo que surge de mi fantasioso razonamiento y escribir que la muerte de ese dios se pudiera haber producido allá por el 1500, tiempo en que Tomás Moro introdujera el concepto “Utopía” escribiendo precisamente la obra que lleva ese nombre. Claro que, si a la luz de esta fantasía mía repasamos la sociedad utópica de Moro, en la que todos los ciudadanos vivían en casas iguales donde la propiedad de los bienes era comunitaria y que quienes formaban parte de ella dedicaban su tiempo libre a la lectura y al arte, yendo a la guerra solo en situaciones extremas e inevitables, de modo tal que vivían en paz y en plena armonía de intereses, y la comparamos a la sociedad actual con la malversación de la utopía en la que han incurrido los poderosos de este mundo, podríamos especular que estos sujetos nos han apartado de esa búsqueda para llevarnos a una "Distopía" (utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal) con la diestra intención de que esa sociedad funcione solo en beneficio de sus propios intereses.

En fin…saliendo de estas especulaciones que corren por mi propia cuenta y volviendo a la pregunta de la entrada, me parece oportuno mencionar que en mi caso la palabra utopía ha sido una fiel compañera de viaje, un escudero leal.

Un día, andando el camino, jugando a inventar frases, paré en la estación utopía y, con más desparpajo que saber, se me ocurrió esta: “Quizás, lo más importante de perseguir la utopía sea que en el camino uno tenga la posibilidad de conocerse a sí mismo ”

Volviendo a la RAE, leo la definición de esta buena palabra:

 

utopía o utopia.

(Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe).

1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.

 

Puesto a elegir alguna de mis tantas utopías que haya vulnerado lo “irrealizable en el momento de su formulación”, me quedo con el hecho de haber escrito Espejos de dolor. Esta novela me ha facilitado meterme de lleno en la web accediendo a usar los recursos que tiene (redes sociales, blog, etc.), también enriquecer mi acervo personal al permitirme contactar y/o conocer a personas de distintas partes del mundo, lo que me ha posibilitado empezar un nuevo camino de aprendizaje personal. Por si fuera poco todavía van surgiendo posibilidades, entre ellas las de conocer a personas muy significativas, hecho que nunca hubiera sido posible de no haber escrito la novela. Hablando de conocer personas hace unos días conocí — luego que me contactara por recomendación de un amigo común — a alguien que lleva adelante una búsqueda vital: la de su hermano apropiado por la dictadura en el pozo de Banfield. Cuando me encontré con ella le regalé un ejemplar dedicándoselo de este modo: Para quien es “Memoria Viva”. Y eso es en realidad lo que ella representa, la posibilidad de ser testimonio viviente de una parte de nuestra historia donde, los dueños del horror, hollaron nuestro ser individual y colectivo. En la medida que fuimos conversando me fue contando sobre la búsqueda de su hermano que desde siempre lleva a cabo y me fui conmoviendo.

También movilizó mucho mi pensamiento mágico la curiosa semejanza que se observa entre la manera en que ella me contactó al compararla con la que la que la joven protagonista de la novela, nacida en cautiverio, contacta a otro de los personajes centrales. Fue muy curioso. Según como se vea, esto podría inscribirse dentro de la intertextualidad, pero, habida cuenta que se trata de vivencias y situaciones, se me ocurrió definirlo acuñando un término: "interexistencialidad".

Soy parte de una generación en la que algunos acunamos (ya sea con militancia activa o no) ideales utópicos sin pensar que eso no estaba permitido por los usurpadores de las utopías, ni cuan trágicamente caro iba a ser el precio que pagaríamos. Cuando se desató el horror, hubo padres que se quedaron sin sus hijos, hermanos sin sus hermanos, amigos sin sus amigos, amores sin sus amores y, como en el caso de quien acababa yo de conocer: sin sus padres y su hermano.

Si bien tengo muy presente lo que significa la lucha de Abuelas, Madres e H.I.J.O.S, tener tantas conversaciones con quien habla de ello en primera persona me permitió hacerlo con alguien que, siendo testimonio vivo, perseguía una utopía personal (la de encontrar a su hermano) y una colectiva (la de ejercitar la memoria para que nunca más suceda algo igual).

Mientras escribo esto leo el correo electrónico que me escribiera un joven de 26 años, novio de una compañera de trabajo y que transcribo a continuación:

 

"Estimado, buen día. Soy Ariel, el novio de Adil. Leí el libro que escribiste y quiero hacerte una devolución.

Desde la salida de la primera estrella de ayer hasta dentro de 8 días el pueblo judío del mundo celebra Pesaj. En la festividad se conmemora la Liberación, de los tiranos egipcios. En la celebración se reúne la familia para comer y conversar; están los festejos más observantes a la tradición, y también los más gentiles y "familieros" con los que nos identificamos Adil y yo.

Sin embargo, en ambos casos, hay un espíritu que no desaparece: "...le higadta le binjá...", en castellano "...y le contarás a tus hijos..." que fuimos esclavos azotados por una tiranía y tenemos que festejar que somos libres.

Como afirma J.R. en la carta que aparece en el epílogo, "la primera edición artesanal" del libro que él escribe se transforma en un documento, inevitablemente un testimonio que pasará a las generaciones venideras. Ese es nuestro trabajo, el de transmitir. Valió la pena.

¡Saludos!

Ariel "

 

Al leer esto me sentí muy bien y me di cuenta, por esta y otras devoluciones, que con la escritura de Espejos de dolor había logrado inscribir una de mis utopías personales en otra colectiva: la de ejercitar la memoria. A partir de esto procuraré llevar adelante esta tarea en los caminos que recorra.

Lo importante —como dice aquella frase atribuida a Galeano—  es que buscar la utopía sirve para caminar. Atrevidamente agrego que quizás el hecho de buscarla haga que se acerque, y si se acerca quiere decir entonces que podría ser posible alcanzarla.

Ojalá.

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